Todos hemos leído sobre la vida del apóstol Pablo, y sabemos que fue un gran perseguidor de la iglesia antes de conocer a Jesús. Pero luego del Señor aparecerse en la vida de Pablo, este fue cambiado totalmente, y se convirtió en el predicador más grande de la iglesia primitiva, y damos gloria a Dios por sus Escritos, que el Señor le inspiró para que hoy tengamos estas gloriosas cartas paulinas.
El apóstol era un hombre que se preocupaba mucho por la obra del Señor, era muy celoso con la casa de Dios, además de esto, Pablo tuvo que padecer mucho por la causa del evangelio, pero tenía esto como un privilegio de poder padecer por el nombre de Jesús. Pablo no tenía un evangelio superficial, él tenía un evangelio lleno de poder, el cual es el evangelio de nuestro amado Señor Jesucristo.
Pablo escribió a los Gálatas:
20 Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.
21 No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo.
Gálatas 2:20-21
Pablo estaba muy consciente de que su vida ahora pertenecía a Cristo, de que ya no podía caminar por sí mismo, sino que estaba crucificado juntamente con Cristo, siendo partícipe del dolor, de la persecusión, de ser apedreado y aborrecido por el mundo. Y él daba gloria a Dios por esto, sabiendo que Dios lo amó de tal manera que entregó a su único Hijo por amor para salvarnos del infierno y del pecado.
Hemos sido salvos por gracia, y no podemos añadir nada más, no podemos vivir añadiendo normas inventadas por hombres. El evangelio es suficiente hermanos, y Pablo siempre sostuvo esa lucha con hermanos judaizantes que querían vivir un evangelio entre la ley y la gracia. Somos salvos por gracia, por el amor de Cristo derramado hacia nosotros.