Viviendo para la eternidad

Dios por su inmensa misericordia nos ha llamado y no solo nos ha llamado sino que nos ha traído a sus caminos y nos regocijamos en ello, porque personas como nosotras, pecadores, impíos, éramos llevados por toda clase de inmoralidad, sin embargo, ese pecado que antes amábamos ahora lo aborrecemos. La pregunta es: ¿Por qué? La única razón es que Dios nos ama y ese amor produce en nosotros santidad.

En la Biblia hay diversas promesas para nosotros como pueblo de Dios, y es de suma importancia que sepamos cuales son esas promesas. Hoy vamos a hablar de la promesa mayor que nos brinda la escrituras: «La eternidad». Dios nos ha prometido la vida eterna a través de su Hijo Jesucristo, y es justamente por eso que encontramos en las Escrituras: «Porque de tal manera amó Dios al mundo, para que todo aquel que en El cree no se pierda, mas tenga vida eterna» (Juan 3:16). Nosotros tenemos esa promesa y es el sello divino de que somos salvos del infierno y del pecado.

Ahora bien, ¿creemos que tenemos la vida eterna pero no vivimos para la eternidad? Esto sería un fallo inmenso, puesto que si decimos que somos salvos por Dios entonces debemos vivir para la eternidad, tenemos que hacer cosas eternas, no podemos vivir la vida perdiendo el tiempo en cosas que a Dios no le agradan, no podemos permitir que el entretenimiento acabe con nosotros, las telenovelas, los videojuegos, las películas, etc. Debemos tener en primer lugar las cosas celestiales y de esta manera tendremos una vida próspera espiritualmente en el Señor.

La Biblia dice:

De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna.

Juan 6:47

Nosotros no tenemos la vida eterna cuando vamos al cielo, desde el momento que Cristo nos ha hecho libres, exactamente en ese momento es cuando tenemos la vida eterna. La eternidad no se comienza en el cielo, se comienza aquí en la tierra. Y tenemos que pedirle a Dios que nos enseñe a ser más como Él cada día de nuestras vidas para nosotros poder emprender este glorioso camino sin apartarnos a la derecha o la izquierda.

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El que teme al Señor será bendecido
Hay un final dichoso para el hombre de paz
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