El sufrimiento es algo muy terrible que el ser humano experimenta en su corta vida, pero creo que es aún más terrible para aquellos que se encuentran luchando sin Dios.
Hace unos años he leído de la historia de una pareja cristiana que tuvo una hija llamada Bristol. Esta niña nació con fuertes complicaciones de salud y debido a esto aquella pareja tenía que dedicar cien por ciento de su tiempo en la salud de su hija, y claro está, no solo de tiempo, también tenían que gastar mucho dinero.
Imagínese usted, esta pareja por su puesto derramó lagrimas incontables ante la presencia del Señor, sus corazones debieron estar rotos totalmente. Ver al fruto de tu vida sufrir, retorciéndose, llorar por tanto dolor, esto sí que debe romper el corazón de todo ser humano. Y estos padres pasaron exactamente por este dolor tan cruel.
A continuación les dejo una carta que el padre de Bristol le escribió expresando palabras muy hermosas:
Mi querida Bristol:
Antes de que nacieras, oré por ti. En mi corazón yo sabía que serías un pequeño ángel. Y lo fuiste. Cuando naciste, en el mismo día de mi cumpleaños, el 7 de abril, fue evidente que eras un regalo especial enviado por Dios. Pero, ¡qué regalo más maravilloso llegaste a ser! Más que tus hermosos balbuceos y tus mejillas rosadas, más que el gozo indecible de que fueras nuestra primogénita, más que ninguna otra cosa en toda la creación, me mostraste el amor de Dios. Bristol, tú me enseñaste amar.
Por supuesto, te amé cuando eras muy delicada y linda, cuando te diste vuelta y te sentaste balbuciendo tus primeras palabras. Te amé cuando sentimos el agudo dolor de saber que algo andaba mal, que tal vez no estabas desarrollándote tan rápido como los demás niños de tu edad, y también te amé cuando supimos que lo que sucedía era más serio que eso. Te amé cuando fuimos de un médico a otro y de hospital en hospital, tratando de encontrar un diagnóstico que nos diera alguna esperanza. Y, desde luego, siempre oramos por ti incesantemente. Te amé cuando uno de los exámenes produjo que se extrajeran demasiado fluido espinal y te pusiste a gritar. Te amé cuando llorabas y gemías, cuando tu mamá, tus hermanas y yo íbamos por horas en el auto para ayudarte a que te pudieras dormir. Te amé, con mis ojos llenos de lágrimas, cuando, confusa, te mordías involuntariamente los dedos o el labio, y cuando te pusiste bizca y luego te quedaste ciega.
Naturalmente, te amé cuando ya no podías hablar, pero ¡cómo extrañé no oír más tu voz! Te amé cuando la escoliosis comenzó a torcer tu cuerpo como si fuera una “s”, cuando pusimos un tubo dentro tu estómago para que pudieras comer porque te ahogabas con la comida que te dabamos por cucharadas, tardándonos hasta dos horas en cada comida. Pude amarte cuando tus miembros retorcidos me impedían que fácilmente te cambiara los pañales sucios. ¡Cuántos pañales! Diez años cambiándote pañales. Bristol, incluso te amé cuando ya no podías decir las palabras que más anhelaba oír en esta vida: “Papi, te amo”. Bristol, te amé cuando me sentía cerca de Dios, y cuando Él parecía estar muy lejos de mí, cuando estaba lleno de fe y también cuando estaba enojado con Él.
Y la razón por la que te amé, mi Bristol, a pesar de todas estas dificultades, fue que Dios puso su amor en mi corazón. Esta es la maravillosa naturaleza del amor de Dios, que Él nos ama aún cuando estamos ciegos, sordos o torcidos, en nuestro cuerpo o en nuestro espíritu. Dios nos ama aún cuando no podemos decirle a Él que también la amamos.
Mi querida Bristol, ¡ahora estás libre! Y espero ansiosamente ese día cuando, de acuerdo con las promesas de Dios, nos reuniremos contigo y con el Señor,completamente libre de imperfecciones y llenos de gozo. Estoy tan contento de que tú recibiste tu corona antes que nosotros. Un día te seguiremos, cuando Él así lo quiera.
Antes de que nacieras, oré por ti. En mi corazón sabía que serías un pequeño ángel. ¡Y así lo fuiste!
Te ama, papá.
¿Ya puedes imaginar el dolor tan grande por el que pasó esta pareja? Ellos derramaron lágrimas hasta más no poder, sin embargo, ¿sabes qué? A pesar de que esa niña murió, Dios siempre sabe por qué permite las cosas, pero lo que debes saber es que Dios veía el sufrimiento de aquellos padres, Dios no estaba aislado a una esquina. Dios también está pendiente de nuestras lágrimas y sufrimientos, y te aseguro que tiene contada cada una de nuestras lágrimas.
La Biblia dice:
Cansado estoy de mis gemidos; todas las noches inundo de llanto mi lecho, con mis lágrimas riego mi cama.
Salmo 6:6
Sí, nosotros también nos sentimos cansados de llorar por algunas situaciones de la vida y esto no es nada fácil. El salmista también se sentía así. Y no te quieras imaginar por todos los sufrimientos que han tenido que pasar muchos siervos de Dios. Pero todos ellos siempre tuvieron algo en común: «Confiaron plenamente en Dios». Y esto es lo que nos resta a nosotros, creer plenamente que Dios nos está mirando cada vez que lloramos y que su ayuda viene a su tiempo.
El Salmista nos dice algo que debería de aliviarnos si estamos pasando por momentos como esos:
El que con lágrimas anda, llevando la semilla de la siembra, en verdad volverá con gritos de alegría, trayendo sus gavillas.
Salmo 126:6
No importa cuán grande sea nuestro sufrimiento, pues, pronto volveremos gritando de tanta alegría, cosechando nuestro arduo trabajo. Pues si no lo sabías, el Señor un día premiará nuestra labor. Alabado sea Dios por esto.
Por último, ¿sabías que los que lloran son bienaventurados? La Biblia dice:
Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque seréis saciados. Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis.
Lucas 6:21
Recuerda esto: Dios está mirando cada una de tus lágrimas.
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