Jesús: La piedra desechada por los edificadores

El pueblo de Israel era testigo de que había de venir el Mesías, ya que esto lo profetizaron los profetas de Israel, sin embargo, ellos no esperaban un Mesías que los librase del pecado y de la ira de Dios, ellos esperaban un Cristo que los libre del imperio dominante en aquel momento y por esta causa no le recibieron, como bien dice: “a los suyos vino y no le recibieron”(Juan 1:11).

En todo su ministerio Jesús efectuó grandes milagros para el pueblo de Israel, hizo cosas que jamás otra persona había hecho, sin embargo, el menosprecio fue tan grande que terminaron crucificándole como un ladrón. El hecho de que era un propósito de Dios que su Hijo muriese en la cruz no significa que los que le crucificaron no hayan tenido culpa, esto Pedro lo confirma en su primer discurso:

Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis; a este, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole (Hechos 2:22-23).

Estos versos también muestran el como los fariseos, escribas y todo el pueblo desecharon a Jesús entregándolo a la crucifixión. Al día de hoy muchos judíos aun esperan en el Mesías prometido, siendo tardos para creer que este ya murió y resucitó hace más de dos mil años.

La Biblia nos enseña que cuando Jesús vino a morir por nosotros las autoridades de aquel momento le rechazaron:

Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. (Hechos 4:11)

A pesar de que el pueblo judío rechazó a Jesús como Mesías y como Hijo de Dios, y lo colgó en un madero, Él es la cabeza del ángulo y en ningún otro hay salvación. Hoy en día nuestra sociedad rechaza a ese Jesús, los edificadores ponen sus sistemas corruptos por delante menospreciando a aquel que ha venido a ser cabeza del ángulo.  Si nuestra sociedad no está cimentada en Cristo, nuestro edificio es débil.

A veces nosotros decimos: «cuan perverso ha sido el pueblo de Israel que ha rechazado a Jesús» sin embargo, cabe notar que nosotros no hemos sido mejores que ellos, pues como dice Marcos Vidal en una canción: «la sola diferencia es que sus ojos estaban vendados, mas tú en tu infinito amor te nos has revelado».

Este Jesús que los edificadores han rechazado ha venido a ser aquel gran Rey que tiene suprema autoridad sobre todas las cosas y no hay otro nombre en el que podamos ser salvos: Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos (Hechos 11:12).

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