9 Señales de una Iglesia enferma

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(www.thegospelcoalition.org) — Gracias a Mark Dever, muchos de nosotros nos hemos familiarizado con las 9 Marcas de una Iglesia Saludable. Si bien nunca fueron destinadas a ser la última palabra en todo lo que una iglesia debe ser o hacer, las nueve marcas han sido de gran ayuda recordando a los cristianos (sobre todo a pastores) de la sustancia necesaria que a menudo olvidamos en una época obsesionada con el estilo.

En cierto sentido, las nueve marcas de una iglesia no saludable podrían ser simplemente lo contrario de todo lo que hace una iglesia saludable. Las iglesias no saludables ignoran la membresía, la disciplina, la predicación expositiva y todo lo demás. Pero los signos de enfermedad de una iglesia no siempre son tan evidentes. Es posible para tu iglesia enseñar y entender todas las cosas correctas y aún seguir estando en un lugar terriblemente no saludable. Sin duda, hay docenas de indicadores de que una iglesia se ha vuelto disfuncional y enferma, pero vamos a limitarnos a nueve.

Aquí hay nueve marcas de que su iglesia –incluso una que cree en la Biblia, predica el evangelio, y abraza una buena eclesiología– puede ser no saludable:

1. Cuanto más periférico sea el tema del sermón, más se emociona la gente. Una de las cosas que siempre me ha gustado de mi iglesia es que los sermones que ellos más aman son aquellos que tratan los temas más centrales de la Biblia. Les encanta escuchar sobre el pecado y la salvación, sobre la gloria de Dios, sobre la providencia, sobre Cristo y la cruz. No es que ellos nunca escuchan (o que no les gustan) los sermones sobre escatología o problemas sociales o administración financiera o el matrimonio o la paternidad, pero parecen más apasionados acerca de los mensajes que hacen énfasis en la culpa, la gracia y gratitud. Me preocupa cuando una congregación se cansa de oír hablar de la Trinidad, la expiación, el nuevo nacimiento, o la resurrecció,n y quiere escuchar otra larga serie sobre el manejo del estrés o las 70 semanas de Daniel.

2. El personal de la iglesia no disfruta ir a trabajar. Cada trabajo tiene sus altibajos. Cada oficina tendrá tensión de vez en cuando. Pero los líderes laicos deben tomar notas cuando el personal parece resentido, infeliz, y tiene que arrastrarse a la iglesia todos los días. ¿Los miembros del personal de la iglesia disfrutan estar juntos? ¿Hablan entre ellos como amigos en los pasillos? ¿Usted los ha visto riendo juntos? Si no, puede que se hayan quemado en la marcha, haya algún conflicto sin resolver, o algo peor.

3. El pastor y su esposa no se llevan bien. No estoy hablando de las riñas regulares y tiempos difíciles por los que cada pareja pasa de manera períodica. Estoy hablando de un matrimonio que ha crecido frío y sin amor, una relación que es superficial y carente de pasión. Cada iglesia debe tener algún mecanismo para preguntarle al pastor y a su esposa cómo está yendo su matrimonio (o no). Las iglesias pueden sobrevivir muchos conflictos, pero rara vez van a ser lugares saludables y felices si el pastor y su esposa están, en silencio o a voces, enfermos e infelices.

4. Casi nadie sabe a dónde va el dinero. Las iglesias manejan sus finanzas en formas distintas. Mientras las iglesias se hacen más grandes, puede ser más difícil, o incluso imprudente, para todos en la iglesia tener voz y voto en la asignación de cada centavo. Sin embargo, cuando se trata de finanzas, errar en el lado de la transparencia es raramente una mala idea. Como mínimo, debe haber más de un pequeño grupo de personas que saben (y tienen voz y voto) adonde va el dinero. No haga del salario del pastor un asunto de seguridad nacional.

5. El equipo de liderazgo nunca cambia o siempre cambia. Ambas son señales de advertencia. Por un lado, las iglesias se encarnan cuando nunca hay sangre nueva entre los líderes. Si sus ancianos, diáconos, administradores, líderes de grupos pequeños, maestros de escuela dominical, coordinadores de escuelas de vacaciones bíblicas, y los miembros del equipo de adoración son los mismos ahora como lo fueron durante el período inicial, tienes un problema. Tal vez los viejos líderes están hambrientos de poder, tal vez nadie se está entrenando, tal vez nadie nuevo ha llegado a su iglesia en veinte años. Todos son grandes problemas. Por otro lado, si los ancianos no están interesados ​​en servir otro período, y los miembros del personal no se quedan más que un par de años, y los voluntarios solo se ofrecen como voluntarios una vez, la cultura de su iglesia puede ser demasiado confinante, llena de conflictos, o con falta de perdón para errores honestos.

6. Nadie se ha levantado de la iglesia para el ministerio pastoral o ha sido enviado por la iglesia a servicio misionero. Buena predicación inspira a hombres jóvenes a predicar. Claridad sobre el evangelio suscita hombres y mujeres a compartir el evangelio con aquellos que no han oído. Las iglesias más pequeñas pueden no enviar nuevos trabajadores cada año, pero la congregación que casi nunca produce pastores y misioneros casi nunca es una iglesia saludable.

7. Hay un cuello de botella en la toma de decisiones. Esto puede ser culpa de la congregación. Algunos miembros de la iglesia insisten en aprobar cada decisión, desde la contratación de personal, la hora del servicio de adoración hasta al color de la alfombra. Si todo el mundo tiene que votar en cada decisión, su iglesia nunca será más grande que el número de personas que pueden votar con conocimiento en cada decisión (que es bastante pequeño). El pastor también puede tener  la culpa del cuello de botella. En algunas iglesias no pasa nada sin la aprobación personal del pastor y una supervisión directa puede ser la receta para guerras territoriales, retraso en el crecimiento, y el distanciamiento de los líderes dotados.

8. La predicación se ha vuelto errática. Esto puede tomar muchas formas. Tal vez el pastor ya no comparte el púlpito con otros miembros del personal y algún predicador invitado de vez en cuando. Tal vez es lo opuesto, y el pastor parece estar en el banco cada vez más a menudo. Tal vez la predicación se ha vuelto más criticona, o siempre trata el mismo tema, o muestra signos de poca preparación. Tal vez usted ha notado que el predicador está confiando más en cápsulas de vídeo o bosquejos de sermones preenvasados, o constantemente reutiliza materiales de alǵun sermón predicado años atrás. Nadie quiere que la predicación sea aburrida. Alguna variación es de esperar y es bienvenida. Pero echa un vistazo más de cerca si los predicadores parecen doctrinalmente inestables, irritables, o agotados.

9. Hay problemas que todo el mundo conoce pero nadie habla abiertamente. Iglesias no saludables a menudo tienen una importante regla no escrita: la persona que mencione nuestros problemas es el que tiene el problema. Esto podría ser un pastor que no puede predicar, un pianista que nunca se queda en el sermón, un anciano que se rumorea esta en una relación incorrecta, un líder de jóvenes que no sabe cómo hablar con los niños, un miembro del personal que no puede llevarse bien con nadie, un líder que lidera por decreto e intimidación. Sin duda, muchos asuntos deben tratarse en privado y en voz baja, pero esto no es excusa para hacer de la vista gorda a lo que todos pueden ver claramente. Nombrar lo que todo el mundo sabe es a menudo el primer paso para quitarle al problema su poder.

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